EL DÍA QUE VÍ EL ANTIGUO JAPÓN

Ufff! Van a ser las 6 de la mañana. Que sueño tengo. Aún es de noche. Me levanto. Voy a ir a lavarme la cara.

 

Aaaaahhhh! Una cucaracha! En el techo! Nunca había visto una en Japón! Porqué tengo que enfrentarme a esto, completamente sola!? Sniifff. Está en el techo y es chica.

Voy a la cocina y busco bajo la mesada. Hay un veneno que tiene un pico largo. Como esos aceites WD40. Corro y le tiro a la cucaracha. La pierdo de vista. Dónde está? Tengo palpitaciones. Está en el piso. Muerta. Es la misma? Tan rápido se murió? Dentro mío pienso que ésta es otra. Y que la que estaba en el techo se escapó.

Aun asustada, guardo el veneno y barro la cucaracha. Quedó hecha un bollo. Pongo la pava, y voy a lavarme la cara.

En Toyama, y acá en Kyoto, vi unas mini casitas que ponen. Asumí que eran para las cucarachas, pero aún no había visto. Ni en Japón se salvan de ellas. Qué asco.

 

Tomo mi desayuno, mientras reveo mi trayecto de hoy. Preparo todo, me abrigo bien y salgo.

Es temprano, hace bastante frío a esta hora.

 

Paso por el konbini de enfrente, compro una bebida y unos pockys de frutilla. Me fumo un pucho afuera y arranco hacia la estación. Es la misma del día anterior. Ya sé el camino, y no me voy a perder.

 

Me fijo que boleto sacar, y entro. Solo espero algunos minutos. Acá los trenes pasan re seguido. Da gusto viajar en transporte público. En casa ni se viajar en tren, pero en Japón lo hago de maravillas. Antes de venir, tenía mucho miedo de perderme con tantas líneas. Pero Google maps ayuda mucho y no es difícil. Me da felicidad poder manejarme tan cancheramente.

 

Hago mi combineta de trenes, y bajo.

Fuera de la estación, hay un vagón de tren antiguo en exposición. También un puesto de comidas. Al lado del vagón hay un cenicero y unos bancos. Me fumo un pucho, y arranco.

 

Ahora tengo un trecho para caminar. Voy mirando el mapa, el camino es un poco intrincado. Pero también caminan algunas personas. Asumo que van al Bosque de Bambú.

Una vez más, la gente desaparece. No sé si yo agarré otro camino, pero estoy bajo una autopista. No hay vereda, camino por el costado de la banquina. Oh! Una callecita. Voy a doblar por ahí. Tengo miedo que me pise un auto, aunque pasa uno muy cada tanto.

 

Después de algunos giros, llego. A mi izquierda hay un pequeño cementerio. No se puede pasar. Ufa. Igual saco unas fotos y sigo camino.

 

 

Que altos son los bambú! Deben tener muchos años. Hay muy poquita gente. Hago tres cuadras, y los bambú terminan. Que!? Solo esto es el Bamboo Forest? Que fiasco. Son lindos, pero me imaginaba muchas cuadras de bosque.

 

Sin embargo, hay un camino hacia la derecha, y otro hacia la izquierda. Los dos parecen lindos y tienen muchos árboles. Mmm cual deberé tomar? Me siento como Alicia en su país de las maravillas. Pero acá no hay gato para preguntarle. Ahora que lo pienso, este es MI país de las maravillas. Algo nuevo, raro y desconocido, se esconde detrás de cada esquina. Solo espero no encontrar una reina que ordene cortar mi cabeza.

 

 

Mmm, bueno... Quizás debería dejar de divagar y decidir de una vez. Voy a ir hacia la derecha, hay árboles más coloridos, y el camino angosto parece simpático.

Me encantan los bosques y caminos que parecen salidos de cuentos de hadas.

Camino feliz, rodeada de árboles con todos los colores. Los rojos son mis preferidos. Y el otoño es una de las mejores estaciones.

 

Me meto en cada calle que se desvía. Muchas de ellas desembocan en casas. Hay gente que vive en este parque. Debe ser hermoso vivir en este lugar, aunque los turistas deben molestar un poco.

 

Casa en Arashiyama.
Casa en Arashiyama.

 

Oh! Una casa de muñecas! Qué lindo! Me encantan las muñecas. Creo que es como un museo y también enseñan a armarlas. Cruzo un mini lago. Hay patos! Me cuelgo un rato sacando fotos.

A unos metros míos, un japonés hace lo mismo. Me mira y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y sigo caminando.

Llego al final. No hay más para ver, hay que volver. Tomaré el otro camino que dejé atrás.

 

 

Me cruzo a una novia muy linda. Le están tomando fotos bajo los arces. Desde lejos, le saco una foto yo también. Debe estar bueno ser fotógrafo en Japón.

 

Paso nuevamente por la calle de los bambú. Ahora hay más gente. Una pareja con ropas tradicionales está siendo fotografiada. Me paro detrás del fotógrafo y robo unas tomas. Camino dos metros, y por el camino que pienso tomar, hay otra pareja, pero llevan sombrillas. Que lindos se ven! También voy a robar unas tomas. Estas fotos son muy japonesas. Me encantan!

 

 

Para el lado que voy, me estoy alejando de la gente parece. Hay caminos. Subidas y bajadas. Muchos árboles. Estoy en el Parque Arashiyama.

Camino tranquila y me detengo en todos lados. Hay silencio. Solo se escuchan los pájaros. Me cruzo alguna que otra edificación o zona de descanso.

 

Oohh! Entre los árboles, veo agua turquesa! Mucha vegetación colorida, y barcos de paseo. Parece un cuadro! Quiero bajar y acercarme.

Encuentro unas escaleras empinadas y angostas entre los árboles. Creo que en Japón hay muchas escaleras. Voy a volver con las piernas de acero.

 

Wow! Qué lindo es este lugar. Algunas personas caminan por la costa. Yo también lo voy a hacer.

Camino mirando el paisaje y los barcos pasar. Un señor está jugando con un barquito a control remoto. Es una barca igual a las que pasean por la costa, a bordo tiene un señor en miniatura, con sombrero y remando. Igualito a los que están paseando gente! Qué lindo! Lo miro un rato y sigo.

 

Paso por un lugar de comida. Y ahí está el muelle de donde salen las barcas. Hay gente subiendo y otros organizando.

Me alejo un poco, y me siento con los pies colgando sobre el agua. Hay unos barcos viejos atados al muelle. Respiro el aire fresco. Se siente bien. Creo que es porque estoy en Japón!

 

 

Allá, bien a lo lejos, se ve un puente. Lleva a un parque de monos. Donde vos estás encerrado, y ellos libres. Dudo si ir. Cuando vuelva a Tokyo voy a ir a ver a los monos de las nieves, donde podés caminar entre ellos. Si voy a este, voy a perder mucho tiempo. Aparte lo que vi en internet no me fascinó. Mejor sigo conociendo el parque.

 

Me adentro nuevamente en el otoño de Arashiyama. Busco un asiento bajo los árboles, y dejo la cámara apoyada a mi lado. Como unos pockys de frutilla y descanso. Hablo un toque con mi familia. Están por cenar, y es Lunes. Yo, caminando por Kyoto; en la mañana, y es Martes. Que loco tanta diferencia horaria!

 

Me levanto y sigo camino. Encuentro una escalera entre los arboles. Muy empinada y larga. Parece no tener fin. Creo que lleva a un mirador. Mmmm, dudo. Aguantaré subir esto? Pero seguro arriba hay lindas vistas... Mmmm... Ya fue, yo subo. Tengo que respirar bien, asi me canso menos.

Oh por jebús. Que difícil es esta ascensión. Siento que voy a morir. Y me dio mucho calor. Paro y me siento en un costadito de la escalera. Es angosta. Tomo bebida, y me saco la bufanda y el pullover. Respiro, y sigo.

 

Después de un rato de sufrimiento, llego a la cima. Hay gente. La mayoría sacando fotos al paisaje. También hay unos yankis pelotudos jugando como a la lucha y haciendo ruido. Los miro con desprecio. Están en Japón! En un parque hermoso, teñido por los colores del otoño. No pueden disfrutarlo acaso?

 

 

Saco fotos de la vista, y busco si hay un camino alternativo para descender. No lo hay. Pero bajar una escalera, no es lo mismo que subirla. La bajo tranquila y con gracia. Todo lo contrario de como la subi.

 

Miro la hora. Va a ser mediodía. Creo que es hora de ir partiendo. Vuelvo casi por donde vine, y encuentro la calle de los bamboos. Wow! Hay demasiada gente! Muchísima! Quiero salir de acá. Hay tránsito. Me da desesperación el transito de gente. La mayoría son turistas. Hacen ruido y gritan. Hay bebes llorando. Por dios, que insoportable. Me alegro de haber venido temprano, pero no puedo creer que tengo que pasar por esto para irme.

 

Hacia mi izquierda, hay un torii. Entra y sale gente. Ya fue, a ver que hay? Un santuario. Y bastante gente haciendo ofrendas y pidiendo cosas. BASTANTE gente. Saco algunas fotos y salgo.

 

 

Fácil, veinte minutos estuve para hacer tres cuadras. Finalmente, logro salir a la calle principal. También esta lleno de gente, mezclado con carros que llevan gente también. Esos que son tipo sulkis, pero los carga un tipo a pie.

 

Hay algunos negocios que venden cosas. Miro. Pero ninguno tiene un lindo recuerdo del Bamboo Forest. Quiero salir de este kilombo. Encuentro una callecita por la que no se ve nadie. Doblo desesperada. No me importa adonde me lleve mientras me saque de acá. Odio los amontonamientos de gente.

 

Fiuuu. Soledad. Cruzo bajo aquella autopista de la ida, y encuentro el camino de vuelta. Paro en el sector fumadores al lado del vagón antiguo. Me siento y reviso mis mapas para ver que tengo que tomar hacia Fushimi Inari. Es mi segunda excursión de hoy.

Googleo un poco. Son casi la 1. En este horario, parece ser que Fushimi está explotado de gente. Así que voy a boludear y hacer tiempo. Intentaré entrar tipo 4, que la densidad de gente disminuye. Los caminos de ahí, son bajo toriis, o sea que son angostos. No quiero soportar transito de gente, sino no lo disfruto. Aparte no voy a poder sacar lindas fotos.

 

Me quedo sentada un rato bajo el sol. Fumando y contándole todo a una amiga.

Entro a la estación y me dirijo a un mini konbini. A ver si hay algo sin carnitas para picar? Uh! Y esto? Parecen chipas. Estoy segura que lo son. Los compro. Veo un pancito redondo con una salsita y algo así como un orégano. Parece una pizzeta pero sin queso. También la compro. Agarro una gaseosa de mango. Pago y me voy a tomar el tren.

 

Me subo al primer vagón. La cabina del conductor tiene vidrios. Puedo ver la vía, y al señor que conduce con sus guantecitos blancos. Se ve muy limpio y prolijo. Me gusta que sea así. Disfruto mi corto viaje, y bajo.

 

 

Desde acá, estoy re de toque de mi destino. Sigue siendo temprano. La estación de llegada está justo enfrente de Fushimi Inari. La entrada tiene un torii y lámparas. También una estatua de un kitsune. Los kitsune son los zorros enviados por el dios Inari. El día está esplendido. Despejado y brilla el sol.

 

 

Me siento en la puerta del konbini que está enfrente y como lo que me compré. Uooo, estos chipa están deliciosos! Nunca comí unos tan esponjosos en mi vida. La pizzeta, efectivamente, sabe como una pizzeta sin queso. Eso que parece orégano sabe mejor aún que el mismísimo orégano! Mmmm... Que será? Me gusta.

 

 

En el banco donde estoy sentada, hay un cartel de prohibido fumar. Un señor japonés, se para al lado mío y fuma. Le chupa un huevo el cartel. Yo también quiero fumar. Podría romper las reglas junto al señor y chocar nuestros cigarrillos en señal de brindis, pero me da vergüenza. No es mi país. Que él rompa las reglas es una cosa, que yo lo haga es otra.

 

Se acerca una mujer occidental y en inglés, le llama la atención diciéndole que ahí no se puede fumar. Me parece un poco maleducada. Ella es una invitada. El señor le contesta algo en japonés con cara de culo y se aleja unos pasos.

 

Aparte de fumar, me gustaría tomar un café. Camino hacia mi izquierda, y veo unas maquinas de gashapones! Siii! Las amo! Hay una con sellos de Fushimi Inari. Saco uno. Tiene la imagen de un zorrito mostrando el culito. Jaja, que simpático es! También hay una máquina de animalitos de goma para apretar. Me toca la cabeza de un chanchito rosa. Me encanta. Es muy apretable.

 

 

Guardo mis bolas de gashapones. Y sigo caminando, contenta con mi botín. A los pocos metros encuentro una tienda de café. Ya se pedirlo, así que me dan el mas grande y negro que tienen. Lo pido para llevar y le pregunto si hay algún lugar cercano para fumar. Me responde que solo en los 7 eleven.

 

Ok. Voy a buscar en el mapa. Hay uno a un par de cuadras. Llego a una calle con muchos negocios. De comida y de recuerdos. Miro todo mientras tomo mi café caliente. Cruzo un puente. Mmm, creo que me confundí. Es del otro lado. Este gps a veces se vuelve loco. Vuelvo a cruzar el puente y voy por la vereda que bordea al canal. No hay nadie. Parece una calle chotisima donde en cualquier momento me chorean. Me da cagazo. Me cuesta tanto acostumbrarme a la seguridad de Japón!

 

Hago fuerza y trato de caminar sin tener miedo. Los fondos de las casas dan a este pasaje. Se ven las ropas colgadas, secándose al sol, en sus mini patios traseros. El piso es medio choto, como mezcla de tierra con cemento. Se podría decir que esta no es una de las calles mas lindas de Japón.

Llego al final del pasaje y doblo a la derecha. Estas son calles normales. Pero sigue sin aparecer gente. Doy unas vueltas perdiéndome, hasta que finalmente encuentro el seven eleven. Me acerco al cenicero, y me fumo un pucho terminando mi café.

 

Hay una pareja de occidentales fumando. Tienen un niño que juega por los alrededores. Se van. Llega un japonés en moto. Se fuma un pucho al lado mío. Arranca y se va. Bueno, me fumo uno más y yo también arranco.

 

Vuelvo a la entrada de Fushimi Inari. Saco fotos del zorro y de la entrada. Creo que ya es una hora acorde para ir entrando. La calle de entrada es ancha. Tiene un templo a la izquierda. Al final de la calle hay un torii gigante, y la puerta Romon. Es una gran puerta de entrada. Hermosa.

Tiene colores rojos y dorados. También detalles en verde y azul. Un kitsune de cada lado la custodian. Estoy en un lugar muy antiguo. Me siento feliz de estar acá, y poder ver esto.

 

 

Cruzo la puerta y hay templos por todos lados. Me entretengo en todos. Saco muchas fotos. Hay chicas con kimonos, tocando las campanas y pidiendo a los dioses.

Subo escaleras, y llego al primer pasillo de toriis. Hay algo de gente, pero no mucha. Por la hora que es, muchos ya están bajando desde la cima. Creo que, aproximadamente, son 4 kilómetros de escaleras hasta el templo principal. No se si subiré todo, pero quiero ver todo lo que pueda.

 

 

Sigo subiendo bajo los toriis. Es muy lindo este lugar. No puedo creer que estoy caminando por Fushimi Inari. Tantas veces vi este lugar en fotos! Y ahora las fotos las voy a sacar yo!

Me meto en cada recoveco que veo. A los costados del camino hay bosque o acantilados. Uh! Un gato negro! Grandote y gordito. Hace mucho no veo uno. Quiero tocarlo! Lo sigo y me meto en un pequeño pasadizo lleno de mini toriis y ofrendas. Es un gato simpático. Se me refriega y pide mimos. Awww! Extraño a mis gatos.

 

Mi amigo con bigotes llama la atención de algunas turistas que se acercan a mimarlo. Creo que lo estoy dejando en buenas manos, asi que me voy.

Sigo subiendo, y ahora encuentro un gatito bebé. Maulla muy agudo. Quiero acercarme, pero tiene miedo y se va. Ufa.

 

Todo el tiempo voy hacia los costados del camino, y me adentro en distintos pasadizos llenos de ofrendas. Me encantan. Parecen cementerios. Todo es silencio. Los otros turistas suelen ser medio tontos y solo siguen el camino recto. Pero a mi, me gusta investigar, por eso es que siempre termino en lugares donde estoy completamente sola.

 

 

Esta ascensión se está volviendo difícil. Por momentos siento que moriré. Hay un descanso. Con un negocio antiguo y algo extraño. También una máquina de bebidas. Saco un agua fresca. La disfruto, y bendigo las expendedoras por todo Japón. Descanso un toque y sigo.

Después de un rato, y completamente agotada, llego a un mirador. Según el mapa, estoy en la mitad de la subida.

 

Está atardeciendo. La vista de la ciudad, teñida de colores naranjas es hermosa. Estoy viendo Kyoto, la antigua capital de Japón. Estoy en Japón! En estos momentos me siento orgullosa de mi misma. Mirá hasta donde llegaste. Sola y con unos mapas.

Disfruto la vista. Y medito si subir hasta la cima. Si, está el templo principal. Pero también estoy caminando desde las 7 de la mañana. Después me queda bajar, y toda la vuelta a casa. Se cuales son mis debilidades y hasta donde puedo llegar. Decido comenzar el descenso.

 

 

Vuelvo a encontrar el negocio antiguo. Esta vez, la señora está poniendo comida, en distintos potes diseminados por el lugar. Gatos de todos los rincones se acercan. Hay de todos los tamaños y colores. Se ven súper bien para ser callejeros. Acaricio algunos y sigo.

 

En un momento, la bajada se separa en dos caminos. Ambos tienen toriis. Se está nublando, y empieza a oscurecer. Los faroles se prenden. Voy por el que no subí, así veo otras cosas. Encuentro también, miles de pasadizos llenos de ofrendas. Y casas. Hay gente que vive acá. Que loco. Las callecitas son hermosas. Me cruzo con una estatua alta y dorada. Asumo que es algo budista o sintoísta. La verdad, es que no se una bosta de religiones.

 

 

Llego a la puerta Romon, con la noche cayéndome encima. Los faroles de los templos están todos prendidos. Saco fotos. Se ve todo muy lindo y muy japonés. Aun hay bastante gente.

Hay un negocio en el que venden muchas cositas. Ya tengo un sello de un kitsune, pero quiero algún otro recuerdo de este lugar. Me compro un imán de toriis que tiene un zorrito colgando en el medio. El zorrito se mueve, que tierno!

 

 

Ya es tarde, y mis excursiones han terminado por el dia de hoy. Tengo que emprender el camino a casa.

Embalada, estoy a punto de entrar en la estación del frente. Donde me bajé hoy. Recuerdo que no vine desde casa, así que mi estación debe ser otra. Busco en los mapas, y veo que tengo que tomarme. El tren para volver a casa esta acá a la vuelta.

 

Antes de cruzar las vías, miro para arriba. Enfrente y arriba hay un local de pelucas. Hay de todos los colores y formatos. Afilo la vista. Parecen ser buenos precios. Medito y desisto. Pienso que ya encontraré otras tiendas de pelucas. Y como aún tengo días de yirar por Japón, no quiero cargar con demasiadas cosas.

 

Cruzo las vías y entro a mi andén. Esta estación está muy al aire libre. Se parece un poco a las de casa.

Mientras espero, un japonés de pelo largo y con pinta de hippie o músico, me mira.

Subo al tren y llego rápidamente a mi estación. Camino bajo la autopista y por las callecitas oscuras que me llevan a mi casa. Ya no tengo miedo. Este es mi barrio, no hay nada que temer.

 

Me queda de paso el konbini. Así que fumo un pucho, y entro para comprar unas birras. Me entretengo un rato buscando algún ramen sin carnitas. Para variar, compro soba. Es parecido al ramen pero con otro tipo de fideos. Tambien compro jugo de pomelo. Venden cartones de jugos de frutas. Ya probé casi todos creo, y mi favorito es el de pomelo rosado. Fuerte y ácido.

 

 

Cruzo la calle y vuelvo a casa. Me abro una birra y pongo a llenar el ofuro. Hoy fue un día realmente agotador. Necesito un baño japonés bien caliente para reponerme.

Me ducho y me doy mi corto baño de inmersión. Que relajado se sale. Es fantástico. Voy al balcón y pongo a lavar algo de ropa. Fumo un rato, tomando mis birras y viendo a algunas personas pasar. Si hay algo que suelo hacer mucho en mi vida, es observar. Y en Japón hay demasiado para ver! Nunca me aburro de quedarme quieta, mirando todo.

 

Pongo a cargar todos mis dispositivos. Celular, tablet, pocket wifi y baterías de la cámara. Es una costumbre que adopté desde el primer día. Todas las noches, hago lo mismo, como un robot.

Sigo con mis birras mientras como unos snacks. Siempre compro alguno distinto. Amo los snacks! Viviría a snacks si por mi fuera. Tambien miro los mapas, a ver que combinaciones me toca hacer mañana.

 

Cuelgo la ropa y como el soba que compré. Termino mi ultima cerveza en el balcón, fumando un pucho. Es hora de descansar. Hoy fue un día físicamente agotador. Pero me siento feliz. Vi todo lo que quería ver.

Mis planes suelen darse muy bien, casi sin contratiempos. Mis ojos se cierran. Buenas noches Kyoto!

 



coordenadas:

 

Acá les dejo un mapita, con algunos de los lugares que les comenté en esta entrada.

 


Write a comment

Comments: 0